El árbol de la vida constituye uno de los símbolos cabalísticos más representativos e importantes del judaísmo. Se compone de 10 esferas, llamadas sefirots, las cuales representan las emanaciones a través de las cuales Dios se relaciona con el mundo.
Cuando alguien busca introducirse en el mundo del Cabalá, lo primero que encontrará es la existencia del árbol de la vida. Contrariamente al árbol del conocimiento, el árbol de la vida es el mundo del alma y del mundo espiritual; tiene una conexión con diferentes niveles de almas.
Las dimensiones son 10, por ende, hay 10 atributos del alma representados en ejes: femenino (izquierda), masculino (derecho) y equilibrio (central). Esto nos habla de la polaridad energética que mueve la vida, por lo cual todo en la vida está sometido a esta cualidad, a esta fuerza polar.
Hay tres esferas, tres atributos bajo el influjo de esta polaridad positiva o expansiva, otras tres bajo el influjo negativo o contractivo. En el eje central, la consciencia, cuenta con tres esferas bajo su influjo.
Dentro de cada sefirot habita un árbol de la vida, y dentro de este, otros más de forma infinita. Estos representan el proceso creativo de Dios en la conformación de los universos, hasta llegar a nuestra realidad, un mundo finito y físico. Es por esto que. para el ser humano, el árbol de la vida y sus sefirots tienen la capacidad de permitirle conectar con aquellos ámbitos de su psique que permanecen ocultos.
Las líneas que lo conectan son los senderos, los cuales alcanzan un número de 22. Estos puentes de interconexión simbólica son también conocidos como los senderos de la consciencia.